Dos viejos amigos americanos están de vacaciones en un balneario en Suiza, mientras aprovechan para hacer un repaso de sus vidas.
Uno de ellos antiguo compositor de renombre, que perdió a la mujer y cuya única ilusión parece ser su hija, el otro, un director de cine venido a menos que está preparando su próxima película.
Con un estética impecable pero sin un discurso narrativo continuo, la película está llena de altibajos, alternando frases elocuentes y escenas memorables, en lo que parece ser un canto a la juventud perdida y al momento en que tengamos que hacer balance de nuestras vidas.
Como cuando uno de los huéspedes del hotel, un joven realizador de cine americano en crisis artística y espiritual, comenta lo que puede ser el moto de la historia: "Siempre tendemos a centrarnos en el horror y yo he decidido en cambio hablar del deseo", es decir, aprovechemos el momento.
Sorrentino, que hace 2 años filmó la genial La gran belleza, y que hasta la fecha acaparaba una trayectoria impecable, con otras grandes películas como "El divo" o "This must be the place", se presentaba al Festival de Cannes de este año con grandes pretensiones, sin que al final consiguiera nada, lo que mismo que sus dos otros geniales compatriotas Moretti y Garrone.
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