Película basada en la novela homónima de Thomas Pynchon cuyo título se refiere al término legal con el que en el sector de los seguros se designa el vicio oculto que puede tener una cosa y que puede provocar su deterioro. La inexplicable traducción que la distribuidora ha hecho al español resulta premonitoria de lo poco que nos gustará la película, a pesar de nuestra predilección por Thomas Anderson, que en su día nos maravilló con Boogie nights y Magnolia.
Es la historia de un detective colgado en los Ángeles en los años 70 que se pasa el día fumando porros hasta que un día una exnovia de la que todavía está enamorado le viene a contactar para que le ayude a encontrar a su novio nuevo, un excéntrico millonario que ha desaparecido repentinamente.
Poblada de personajes excéntricos que se drogan continuamente, se supone que pretende ser un retrato de la California de aquellos años. Hippies por doquier, un psicópata al frente de una esotérica organización de dentistas, bellas masajistas de sexualidad ambigua, policías con pasados y presentes turbulentos, en fin, un sinfín de personajes extraños en un cóctel psicodélico que resulta vacuo, porque ni hay emoción alguna ni entiendes qué te quieren contar. Además la duración de más de 2 horas y media se hace larguísima.
Con un reparto de lujo con Joaquin Phoenix, Josh Brolin y Benicio del Toro - que este actor últimamente me parece que actúa de sí mismo - tuvo un par de nominaciones menores a los Óscar de 2015. Cómo ha titulado a mi parecer muy acertadamente en su crítica nuestro gurú Carlos Boyero: "¿Qué es esto, Paul Thomas Anderson?.
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