Hors les murs (2011), David Lambert. (Fuera de los muros)

Amor, amor, amor. Paulo es un joven pianista que conoce un día a Ilir, un bajista de origen albanés. El flechazo es inminente, Paulo se enamora perdidamente de Ilir, como diría Cernuda,

       el amor, ángel terrible, esconde como acero en mi pecho su ala

De un día para otro, Paulo deja a su novia y se instala en casa de Ilir. Sin embargo, el día que se juran amor eterno, Ilir abandona la ciudad y no vuelve jamás. Paulo entonces pasará por las tres fases, amor, ausencia y reencuentro.

En la fase del amor, Paulo entiende sólo en su vida en función de la Ilir, se entregará a él sin ninguna condición y sufrirá terriblemente su ausencia,

       sometiendo a otra vida su vida,
       sin más horizonte que otros ojos frente a frente

En la fase de la ausencia, decidirá irse a vivir con un tipo mayor que regenta un vídeoclub, que sin gustarle del todo, por lo menos le quiere y le cuida.

Finalmente, en la fase de reencuentro, cuando Ilir reaparece después de su paso por prisión, Paulo decide que es demasiado tarde, que prefiere quedarse en su vida actual, más monótona, pero estable y segura, y liberarse así de ese amor irracional y dominante,

       allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya 

Así con este poema de Cernuda, hoy que nos hemos levantado poéticos, se puede resumir esta buena película, de un director novel, cuyo guión fue seleccionado para la Semana de la Crítica del Festival de Cannes de 2012.

Incluyo el poema completo Donde habite el olvido, del libro La realidad y el deseo (1936), de Luis Cernuda:

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo solo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.